Creo en la verdad, en la belleza y en la libertad, pero sobre todo creo en el amor . . .

martes, febrero 20, 2007

De penumbras y locura . . .

Un viento frío recorría la ciudad aquella noche, silbaba por las calles que en esos momentos parecían tan vacías, desde hacía tiempo ya nada era igual, incluso la luz de las farolas menguaba recreando un escenario casi fantasmal.

La habitación se encontraba en penumbras aunque la puerta del balcón estaba abierta, sólo dejaba pasar un delicado rayo de luz que llegaba hasta aquel sillón y subiendo por sus piernas se topaba con aquel vestido rojo carmín, su rostro se iluminaba también aunque pálidamente en ese claroscuro de luna.

Sentada observando la noche revolvía su copa de vino mientras mil pensamientos se atropellaban unos con otros en su interior, esa imagen reflexiva incluso inofensiva, su aparente calma y tranquilidad, eran sólo el momento justo que antecede a las peores tormentas.

Los nervios y esa sospecha que se había hecho presente tantas veces en su vida la estaban destrozando, la quemaban por dentro, más aún cuando la sospecha que tan desesperadamente trató de negar, algunas veces culpando a los celos y otras a su gran imaginación, se había convertido al fin en certeza.

No lograba arrancarse esa imagen de su cabeza, por qué había tardado tanto en darse cuenta, ella lo amaba, lo amaba tanto… revolvió nuevamente la copa y la llevó hasta sus labios, el vino humedecía su boca, pero su dulzura no lograba reducir la amargura que embriagaba por completo su ser.

En la mesa de te al lado de aquel sillón se encontraba un florero que contenía sus favoritas: lilis, y a su sombra un afilado abrecartas reposaba encima del sobre recién abierto, sus ojos negros se posaron en la carta que momentos atrás había leído.

- No puede ser - se decía, queriendo acallar la ira que poco a poco se le acumulaba, sus manos temblaban mientras intentaba tomar un sorbo más, “no es verdad” pensó mientras su rostro palidecía aún más y de repente un - no! - se escapó de sus labios mientras la copa de vino se estrellaba en la pared.

“Cómo puede ser tan imbécil” pensó con rabia, la carta no le había confirmado nada, ella lo sabía perfectamente, lo supo siempre, más no había tenido el valor de enfrentarlo y lo evadía una y otra vez, “los fantasmas no dejan a los vivos en paz, no a aquellos que aún los añoran”.

Recordaba cuando lo conoció, si entonces hubiese creído en el amor a primera vista no tendría problemas en decir que fue eso lo que justamente ocurrió. Todo parecía perfecto, pero nada nunca lo es por completo y había un pasado con el cual lidiar. A ella no le importaba, creía que juntos lo podían superar, creía inútilmente que podía hacerlo olvidar.

Pero el tiempo pasó y se dio cuenta que eso no era verdad, jamás podría competir con un fantasma…

Una ráfaga de viento entró por el ventanal, heló su piel y la sacó del pasado devolviéndola a esa oscura realidad.

Necesitaba aliviar el dolor que corroía su piel, que le impedía respirar… la ira, el amor, todo se mezclaba provocando infinito dolor. La impotencia cerró sus puños y en un arrebatado movimiento de su brazo las lilis cayeron al suelo… su respiración se agitaba más y más, de repente el aliento se le fue, de la ira pasó al desconsuelo y desvanecida sobre aquel sillón rompió en llanto.

- No - se escucho a si misma decir e inmediatamente intentó reponerse, buscó vestirse con ese disfraz de soberbia que en ocasiones conseguía portar, se llevó las manos a su rostro, hilos negros recorrían su pálida piel, enjugó las últimas lágrimas delicadamente, cerró sus ojos intentando recobrar la cordura…

De repente la puerta crujió al abrirse, perdida en sus pensamientos ni siquiera escuchó, al menos eso pareció, pasos lentos se dirigieron a aquella figura sentada en la oscuridad, una mano se posó en su hombro, al sentirla ella giró un poco su cabeza, las lagrimas nublaron de nuevo sus ojos, entonces la misteriosa presencia le dijo – se acabó – ella lo escuchó pero no dio señal alguna de reacción, sólo giro de nuevo su cabeza que mantenía un poco inclinada viendo hacia la nada, el hombre dio un paso y sentado en cuclillas a su lado tomó entre sus manos aquel rostro pálido – se acabó, te juro que se acabó -.

Ella, apartando las manos de aquel que ahora le parecía un extraño se puso de pie y avanzó hacia el balcón, él la siguió y de nuevo le dijo – me escuchaste? te he dicho que todo acabó – ella parecía no escucharle, su mirada estaba perdida en la noche.

A sus espaldas, él la tomó por los hombros y la giro suavemente hasta tener de frente su rostro, apartó delicadamente el mechón castaño que cubría su frente y le dijo – mírame, estoy aquí, te amo – ella subió su mirada inundada en mil lagrimas, lo amaba, lo amaba tanto. . .

Lo abrazó fuertemente dejando escapar algunos sollozos – perdóname – le susurraron al oído sus labios rojos y mientras él trataba de articular un – por qué? – un terrible quejido se escapó de sus labios, con una fuerza que le era extraña ella siguió clavando el afilado abrecartas y a él se le fue la vida, así, desvaneciéndose en brazos de quien durante tanto tiempo le entregó la propia.