Destino

Noche de primavera, algunos años atrás. Me encontraba tan triste porque aquello que tanto anhelaba se escapaba de mis manos, de pronto una amiga depositó en mi bolso un pequeño papel, “léelo cuando estés sola y puedas reflexionarlo” me dijo. La noche se fue tranquila, llegue a casa y me había olvidado del recado, me acosté pero no podía dormir, fue después de varias horas de insomnio cuando recordé lo que mi amiga me había dicho, vacíe mi bolso y ahí estaba, cuidadosamente lo desdoble, con cierto temor e incertidumbre.

“A veces debemos renunciar a la vida que tenemos planeada para poder entregarnos a la vida que nos tiene reservada el destino”

Sin saber por qué, incontables lágrimas brotaron de mis ojos, lloré, lloré toda la noche, pero una tranquilidad inexplicable empezó a colarse en mi interior, me quedé dormida...

Hoy, a dos años de aquello, pienso que al fin he logrado comprender en toda su extensión dicha frase. Y como en infinidad de ocasiones lo he repetido, cada vez creo menos en las casualidades, he empezado a darle más crédito al destino, yo decido dónde ir, más él es quien me indica los caminos a escoger. Ahora comprendo que todo lo que me ha sucedido tiene un porque, aunque a veces yo misma lo dude, al menos puedo decir que he aprendido de ello.