Infancia

Siete de la tarde con algunos minutos de más, llegue a mi casa después de la clase de francés, había sido un día pesado, demasiados trabajos y tareas con su respectiva dosis de estrés, necesitaba relajarme, no tenía ganas de estar en Internet ni de ver televisión. Me hacía falta algo que me ayudara a olvidar las presiones de un largo día, fue así como de pronto recordé aquello que siempre me hace sentir mejor: un rico helado de chocolate!

La tarde estaba deliciosa para caminar un poco, a unas cuantas calles de casa hay una neveria, así que no lo pensé mucho, cambié mis tacones por unos zapatos más cómodos y me decidí a salir.

De regreso y ya con mi nieve en mano atravesé el parque que está casi contra esquina de mi casa, donde los niños juegan por las tardes, algunos hacen ejercicio y otros tantos se reúnen a platicar. Vi que los columpios estaban desocupados y un fugaz recuerdo de la infancia vino a mi mente, pero era borroso, distante, sabía que alguna vez fui una pequeña niña, pero no recordaba más... sin meditarlo me dirigí hacia ellos y cuando menos pensé ya estaba sentada columpiándome suavemente.

El clima era muy agradable y desde ese lugar tenía una vista espectacular, pocas veces he visto atardeceres tan bellos como los que hay en esta ciudad, tonos rojizos confundiéndose entre las nubes, los últimos rayos de sol iluminándolo todo, despidiendo lo que queda del día.

Una sensación de libertad me invadía lentamente, se apoderaba de mi; el viento acariciaba mi rostro, mecía mi cabello mientras el chocolate se derretía dulce en mi boca; hacía mucho que no me sentía así, estaba como en otro mundo, me había olvidado de todo, sólo estábamos el viento y yo, aquellas nubes y aquel sol, el sabor a dulce y la sensación de libertad... mezcla de emociones, sabores y texturas...

De repente ya no era yo... la encontré ahí sentada, saboreando un helado de chocolate y meciéndose en un columpio, con su sonrisa inocente, con sus ojos radiantes al observar la primera estrella.

Me pregunté cómo pude olvidarla, cómo pude descuidarla tanto... ahí estaba, nunca se fue, esa niña que siempre ha estado en mi y que hacía tanto tiempo no dejaba salir, aquella que admiraba y se fascinaba con las cosas más simples de la vida, con una estrella, con una flor... aquella que sin saber tantas cosas conocía a la perfección lo que es la libertad, aquella que soñaba con volar sin preguntarse si era algo irreal, pero ahí estaba, no se había ido, la vi de nuevo, la recuperé y me di cuenta que no la quería dejar ir.

Cuando me levanté de ese columpio y regresé a casa, supe que ya no era la misma de hacía unos minutos atrás, había recuperado aquello que creí perdido...

Los años pasan y cuando crecemos y nos envolvemos en la rutina de la ‘gente grande’ a veces olvidamos aquellos días de nuestra infancia, la inocencia, la felicidad, el asombro y todas aquellas cosas que hacen que vivir sea algo mágico y especial, no quisiera ser aliada de la mercadotecnia que envuelve este día, simplemente quise recordar lo bello que es ser niño y compartir mi alegría por encontrarme con lo que fui en mi infancia. Feliz día del niño!