Creo en la verdad, en la belleza y en la libertad, pero sobre todo creo en el amor . . .

miércoles, octubre 29, 2008

Una historia de tantas

- y quién dijo que habría final feliz? – pensó con un claro dejo de amargura que apagaba sus ojos, mientras se llevaba lo último de aquel cigarrillo a los labios, inspiró hondo aquella bocanada tratando de bloquear sus pensamientos, fracasó – debo dejarlo – se dijo a si misma mientras apagaba la colilla en la orilla de aquella fría banca de metal y la dejaba caer justo por debajo de sus pies, frotó sus manos buscando calor, nunca le gustó el aroma a tabaco, pero qué diablos, tampoco le gustaba el camino que su vida había tomado... tantas cosas habían cambiado… – debo dejarlo – se dijo de nuevo en voz apenas audible y con la mirada perdida al otro lado del andén.

El día tenía un curioso aspecto gris, justo como aquel a donde ahora se remontaba su mente, sin embargo, ahora era todo tan diferente, cuánto habían cambiado las cosas, cuánto había cambiado ella misma... y a pesar de todo, ahí estaba una vez más, en ese mismo lugar donde tanto tiempo atrás todo empezó -por qué empeñarse en recordar- se preguntó, por qué empeñarse en recordar justo ahora que todo acabó.

Era un día gris de principios de Otoño, sin embargo había en el ambiente una extraña luminosidad, el tren en el que había pasado toda la noche a medio dormir, inquieta ante la expectativa de verle, se detuvo al fin en el andén número 2, la campana le hizo saltar de su asiento, buscó presurosa la maleta de mano y se encaminó hacia la puerta, vio su reflejo en un cristal y el rostro que le devolvía la mirada resultaba poco familiar, nunca antes había visto sus grandes ojos negros tan llenos de expectación, una sonrisa nerviosa curvó sus labios cuando la puerta se abrió.

Al instante el ajetreo común de la estación robó su completa atención, gente que camina deprisa, amigos que se despiden y parejas que se reencuentran, estaba dejándose llevar por aquella armoniosa sinfonía de historias cuando una voz familiar la sacó de su ensimismamiento, avanzó hacia donde se encontraba el inmenso reloj de antaño que adorna aún la pared oeste de aquella antigua estación sólo para coincidir frente a frente con aquel al que durante tanto tiempo había llamado ‘su amor’.

A pesar de habérselo prometido a sí misma una y otra vez no se pudo contener, las lágrimas le jugaron mal y traicioneras corrieron a nublar sus ojos, él, como un príncipe encantado, salido de su más preciado e inimaginable sueño la veía a los ojos tiernamente, se acercó un paso y llevó su cálida mano a sus escurridas mejillas mientras le sonreía complacido, al contacto de su piel sintió el corazón detenerse y las mejillas antes empapadas ahora se habían tornado de un brillante rojo carmín “estas aquí” le dijo él con su voz grave y marcado acento al momento de envolverla entre sus brazos en un fuerte abrazo que aceleró al máximo los latidos de su corazón, pudieron pasar horas o tal vez días enteros pero para ella el tiempo y su noción eran algo que simplemente había dejado de importar.

Sus labios los más dulces que jamás probó, su cabello lo más liso que entre sus dedos enredó y su mirada, su mirada ha sido y será la más profunda que en toda su vida conoció.

Las doce campanadas del reloj que anunciaba el medio día la devolvieron a la realidad – demonios – pensó, y de inmediato se puso de pie, tenía que darse prisa, debía recorrer los andenes que la separaban de su tren, por qué no había esperado como todos los demás pasajeros que compartían su mismo destino, una vez más se preguntó - por qué empeñarse en recordar? -. Era imposible avanzar entre aquel mar de gente, logro hacerse camino a trompicones cuando de repente y sin saber qué la golpeo levantó su mirada a tiempo para llevarse la sorpresa de su vida.



* * * * * * *



- esto no puede terminar así – pensó al esquivar los autos que no dejaban de tocar el claxon mientras él detenía el trafico al cruzar la calle, se detuvo por un instante ante la fachada de aquel edificio antiguo que traía a su mente tantos recuerdos, subió corriendo los escalones pasándolos de dos en dos y llegó finalmente ante su puerta, se disponía a llamar cuando el viejo conserje del edificio se detuvo a su lado y reconociéndole comentó – no se esfuerce joven, ella se marchó esta mañana – volvió su vista incrédula hacia aquel hombre e ignorando su comentario llamó en un último recurso de desesperación – Camila! Camila! estás ahí? no me hagas esto por favor! Camila! – detuvo su clamor con las manos aún recargadas en la puerta y la mirada vacía, sabía que aquel hombre decía la verdad.

Cómo no pensarlo antes, ella acabaría todo dónde un día comenzó, la información del viejo conserje lo llevó hacia aquel lugar, debía detenerle, debía explicarle, las cosas no podían terminar así. El ir y venir de las personas le fue indiferente al detenerse a la entrada y toparse de frente con aquel enorme reloj que de inmediato lo transportó a aquel día, cuan parecido y a la vez cuan diferente era de hoy.

Era una mañana de principios de Otoño, la luz se colaba débil por las cortinas entreabiertas de su habitación, tendido boca arriba, con sus brillantes ojos castaños abiertos de par en par sonreía para sí, sin dejar de pensar, su vida estaba a punto de cambiar. El reloj de mesa marcaba apenas las 6 menos 15, faltaban al menos 4 horas para su llegada, pero él que no había podido conciliar el sueño en toda la noche debido a esa extraña emoción, no podía pasar un momento más en cama. Fue así como decidió levantarse y empezar el día de una vez.

La voz que anunciaba la llegada del tren numero 4 resonó a su arribo en el salón de espera, sintió los minutos eternos al ver a la gente que iba y venía sin tener aún señales de ella, de repente una imagen capturó su visión, ella caminaba inmersa en aquel bullicioso desfile, no pudo contenerse y casi en un grito por su nombre la llamó, “Camila” le dijo sintiendo el temblor de la emoción en la voz, ella avanzó sonriendo hacía él, sin despegar ni un instante la mirada de la suya, al fin se encontraba frente a frente con su amor.

Cuán hermosa le resultaba aquella criatura, su cabello castaño caía en cascada sobre sus hombros y sus ojos brillantes le miraban de frente embriagándole de gran ternura, unas escurridizas lágrimas surcaron el rostro de aquel ángel, sin dejar de sonreírle dio un paso hacia ella y sin pensarlo dos veces llevo su mano hacía sus mejillas coloreadas de un lindo carmín y las desvaneció entre sus dedos, cuan cálida y tersa era su piel, “estas aquí” le dijo, tratando de mantener el hilo de su voz quebrantada por la emoción mientras deslizaba sus brazos alrededor de aquella menuda figura, se sentía tan bien poder al fin abrazarla, se sentía tan bien que el tiempo se detuvo y se olvidó de todo a su alrededor.

Sus labios los más dulces que jamás probó, su cabello lo más liso que entre sus dedos enredó y su mirada, su mirada ha sido y será la más profunda que en toda su vida conoció.

El ding dong del gran reloj de la estación lo sacó bruscamente de aquel recuerdo, tenía que darse prisa, ella estaría a punto de partir, se habría marchado para siempre. Se apresuró en la marcha, de ser necesario correría detrás del tren, miraba a la gente sin mirar, concentrado en aquel rostro que no podía encontrar –las cosas no pueden terminar así- se dijo a si mismo impulsándose a seguir, era tan difícil avanzar entre aquel montón de gente más debía continuar, iba casi corriendo cuando de repente chocó de frente, levantó la vista para encontrarse con aquellos grandes ojos negros que desorbitados le devolvían la mirada.

viernes, octubre 24, 2008

Lo mejor es lo que queda x venir

Visto desde aquí más parece un sueño que una realidad, la historia que comenzó hace ya 5 años atrás y hoy por hoy se ha convertido justamente en eso, mi historia, tu historia, nuestra historia. Lo mejor es lo que queda x venir y quedan aún muchas páginas en blanco por ser escritas, gracias por estos 5 años, te amo . . . *